La fama contra el intelecto


Es el sueño de muchos estar siempre en el foco de las cámaras, en el punto de mira, en la acción. Hacen cuanto sea posible por algo de fama y explotándola obtienen algo de fortuna. Muchos, llegados a ese punto se arrepienten de querer estar en un pedestal pues desde ahí, además de ser vistos por todos a su alrededor, se convierten en blanco fácil de críticas. Otros, quizás más “espabilados”, utilizan en su propio beneficio tanto las críticas buenas como las malas para darse algo de publicidad. Y es que el esfuerzo necesario para reconocer las cosas buenas en una persona suele ser mucho mayor que el necesario para idear todo tipo de ataques y reírnos de la misma persona por lo que se puede ganar más con lo malo que con lo bueno. Al final vivimos todos de la imagen que ofrecemos a otras personas. Una persona que se arregla porque no quiere ser vista de otra manera suele decir que no lo hace para que le miren los demás, si no que lo hace para sentirse bien consigo mismo. ¡Mentira! Es una de las mentiras más grandes y es producto únicamente del auto-convencimiento. De hecho fácilmente se desmonta la teoría preguntando a la misma persona si al convivir con alguien de suficiente confianza se arregla todos los días de la misma forma. ¿Y si no vive con nadie más? ¿También se arregla todos los días con maquillaje o con gomina en el pelo? ¿Qué hay de diferente en salir a la calle? Pues sencillamente que hay personas… ¡Y con ojos! Si se le confirma y garantiza que saliendo de su casa a comprar el pan, no habrá absolutamente nadie por la calle, que el vendedor es ciego y que absolutamente nadie le observará, rápidamente sucumbiríamos ante el encanto de no tener que vestirnos o arreglarnos solo para ir a comprar el pan. El punto final es el mismo, vivimos de la imagen que se forman los demás sobre nosotros. Ya sea una imagen física, intelectual, emocional, es indiferente. Así como nos formamos todos una imagen de los demás, y así como tenemos la misma tendencia a emitir cualquier tipo de juicio, también nos preocupa lo que los demás piensen o digan sobre nosotros. Es una realidad asquerosa pero mientras antes seamos conscientes de ello, antes nos libraremos de esas ataduras.

Los famosos son quienes están en primera fila en el juzgado social. Aquél que pasa desapercibido no suele recibir ni críticas ni cumplidos, y aquellos que poco a poco hemos aprendido a no fundamentar nuestra autoestima en la opinión ajena, hemos conseguido literalmente hacer las cosas como queremos y cuando queremos. Querer ser una celebridad, sin embargo, pasa por sentarse en el banquillo frecuentemente. Para esas personas, si no se habla de ellos, no existen. Y si dejan de existir o ser perseguidos por cámaras o estar en medio de todos los focos, no son nada. Han basado toda su imagen y existencia en el hecho de ser conocidos, amados y repudiados por los demás. Algunos han conseguido fama a raíz de un determinado talento y en estos casos son más bien personas que muchas veces sufren por hacer lo que les gusta, pero en otros, han seguido al pie de la letra el manual que reza: date a conocer, hazte fama, lo demás vendrá y de momento no importa. Estas personas con poco intelecto, cultura y razonamiento están donde están porque se aprovechan de la masa tonta que se mueve donde alguno dice “aquí”.

Tristemente, ese tipo de publicidad se ha explotado desmesuradamente y ahora es más interesante entre la masa saber quien gana en gran hermano que cualquier otra cosa que realmente afecte a nuestro alrededor. Muchos dicen que el problema es esa caja tonta delante de la cual nos sentamos día y noche. O culpan al ipad o a las redes sociales. Cada uno tiene su teoría pero personalmente, creo que eso es como encarcelar al cuchillo con quien se mató a una persona en vez de al asesino. Las cosas no se mueven ni piensan por sí solas. Un vaso es un recipiente para beber. Pero si lo uso para partirle la cabeza a una persona se convierte en un arma. El problema es el uso que cada uno haga de las cosas. Ese uso no suele ser siempre el más inteligente y hay quienes son expertos en aprovecharse de eso por sacar unos eurillos más.

Ser famoso no debería estar reñido con ser inteligente, de hecho la fama es el instrumento, es la caja tonta. El problema es lo que la gente admira. Si somos tontos y admiramos tonterías, las personas famosas tendrán necesariamente tendencia a hacer tonterías para ser famosas. Leer, saber, estudiar, nada de eso es importante, no necesitas tener ningún tipo de talento o habilidad, si quieres salir en la tele y tener tu fama, solo tienes que salir borracho insultando a la policía cuando estén las cámaras de callejeros presentes, quedarte embarazada de un torero, cantar canciones que no digan nada siempre y cuando le pongas un “punchis punchis” de fondo, y cualquier otra tontería que se te ocurra.

Una mujer bonita que se hace famosa como reportera es fácilmente juzgada por la masa como aquella que se comió todo lo que había que comerse para estar donde está, solo por el hecho de soltar tonterías cuando habla. Pero en mi opinión, comerse lo que haya que comerse solo sería necesario en profesiones menos contagiadas por la tontería social. El periodismo está completamente infectado de estupidez a todos los niveles, comerse lo que haga falta es cosa del pasado. Rentabiliza más tener una chica atractiva que te quite el aliento mientras anuncie un champú que otra menos llamativa que te quite al aliento con sus palabras. Estos famosos de chiste utilizan la publicidad negativa en su favor para subir peldaños y ganar dinero porque la masa es tan tonta que no sabe que con esa publicidad solo consiguen aumentar su cuenta bancaria.

El círculo vicioso se cierra cuando los menores ven todo lo que sucede, lo absorben, lo admiran y lo toman como ejemplo. Entonces todos quieren ser famosos y nacen quienes son hasta capaces de pagar un dineral por entrar en gran hermano solo para salir una semana por la tele. Lo primero es dejar de trabajar y estudiar porque eso no sirve para nada, lo siguiente es presentarse a cientos de castings a hacer tonterías por si cuela y evidentemente como no todos pueden llegar a ser “los listos” que consiguen dinero fácil pues nos invade una nueva generación que ya ha sido bautizada como “la generación nini”.

Lo más triste de todo es que la tendencia no parece tener un punto de inflexión. La estupidez humana va poco a poco carcomiendo los sesos de la gente y convirtiéndolos en Zombies: “Quiero ser famoso…..quiero ser famoso….quiero ser famoso….” Pero ¿quién puede encontrar esa solución fantástica que haga a las personas ver las cosas de otro modo? Este tipo de artículos, si son leídos por alguien no serán aquellos a quienes realmente deberían ir dirigidos así que están lejos de ser una solución y no son más que un medio de desahogo. Son palabras que se las lleva el viento. Mientras tanto, la masa sigue adorando y venerando al más “guay”. Simplemente hemos cambiado los dioses de oro, plata y bronce por figuras igual de inútiles pero con movimiento propio.

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